La Bella y la Bestia' será la película de acción real más larga de Disney
La Bella y la Bestia es la nueva película de acción real de Disney y ahora que se ha confirmado la duración de la cinta, también sabemos que es la más larga realizada hasta ahora por la compañía. La nueva versión del clásico de 1991 tiene una duración de 123 minutos, según informa Digital Spy.
Supera así la duración de todas las películas de acción real de Disney que se han estrenado hasta ahora. Cenicienta, por ejemplo, cuenta con una duración de 104 minutos y Maléfica tan solo dura 97 minutos. La Bella y la Bestia es incluso diecisiete minutos más larga que El libro de la selva, estrenada en abril de 2016.
La nueva cinta de acción real de Disney se estrena en España el 17 de marzo y está dirigida por Bill Condon, ganador del Oscar a Mejor Musical por Dreamgirls. Emma Watson dará vida a Bella junto al actor Dan Stevens, que se encarga de interpretar a Bestia. Completan el reparto Ewan McGregor, Emma Thompson, Luke Evans y Ian McKellen, entre otros. Disfruta del nuevo tráiler en español sobre estas líneas. ¡Ya queda menos para su estreno!
Muere William Peter Blatty, creador de 'El Exorcista', a los 89 años
El guionista es el creador de la novela original y también ha trabajado en sus distinta adaptaciones cinematográficas y televisivas.
William Peter Blatty ha fallecido este jueves 12 de enero poco después de cumplir 89 años. La noticia ha sido conocida por medio de William Friedkin, director de El exorcista que no ha dudado en publicarlo en Twitter para que todos conozcan su dolor por la pérdida de un amigo y 'hermano' tan querido.
Director y escritor trabajaron juntos en la primera adaptación de la novela de Blatty, ya que de su mente nació una historia tan terrorífica y entretenida como esta. Gracias a su labor realizando la novela y el guion de la primera película, la Academia del Cine de Estados Unidos decidió honrarle otorgándole el premio Oscar al mejor guion -también estuvo nominado a mejor película-.
Posteriormente, Blatty escribió el guion de El exorcista III y ha visto como la fama de su obra ha ido aumentando poco a poco, es más, el pasado año una nueva adaptación llegó a la pequeña pantalla de la mano de HBO. Antes de estos trabajos, Blatty escribió guiones para El nuevo caos del Inspector Clouseau, Un yanqui en el harén, Gunn o Ojos verdes, rubia y peligrosa.
Deadpool 2: Estos tres personajes regresarán en la secuela
La segunda entrega de la película protagonizada por Ryan Reynolds como el Mercenario Bocazas de Marvel tiene previsto su estreno para 2018.
Con un presupuesto de 58 millones de dólares, Deadpool llegó a convertirse en uno de los éxitos de taquilla más sorprendentes del año al acumular más de 780 millones alrededor del mundo. Tal éxito casi siempre garantiza una secuela y, por seguro, el desarrollo de Deadpool 2 está avanzando en estos momentos. Aunque aún no se ha confirmado ningún detalle de la trama, los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick han revelado tres de los personajes secundarios de la primera película que volverán a aparecer en la secuela, según publica Cinemablend.
A pesar de que Deadpool era una película independiente dentro del mundo cinematográfico de superhéroes, Coloso y Negasonic Teenage Warhead sirvieron para conectar al Mercenario Bocazas con el mundo de X-Men. Además de intentar convencer a Wade Wilson de que se uniera al equipo de superhéroes, le ayudaron a rescatar a Vanessa en su combate contra Ajax. La personalidad recta de Coloso y la apatía adolescente de Negasonic también encajaron a la perfección en la historia. Por este motivo, los guionistas no han dudado en volver a incluir a estos dos superhéroes en la segunda entrega.
El tercer personaje secundario confirmado es Dopinder, el simpático taxista interpretado por Karan Soni que coincide con nuestro protagonista en dos ocasiones durante la película. A pesar de que este personaje no es tan importante como los dos mutantes mencionados anteriormente, las divertidas situaciones propiciadas por los malos consejos de Deadpool han conseguido que los guionistas quieran volver a contar con él. La última vez que vimos a Dopinder acababa de estrellar su coche, en el que se encontraban la bolsa de armas del Mercenario Bocazas y su primo Bandhu secuestrado en el maletero, por lo que no deberías sorprenderte si en la secuela ves al taxista entre rejas.
Además de estos personajes conocidos, como ya sabrás, esta segunda entrega tambén contará con la aparición de Cable y Domino. David Leitch será el encargado de dirigir el filme tras la marcha de Tim Miller y Ryan Reynolds repetirá en el papel protagonista. La película aún no tiene fecha de estreno oficial, aunque se espera que llegue a los cines en algún momento de 2018. Mientras esperas a conocer más detalles, puedes recordar aquí el tráiler de la primera entrega.
Durante la llamada “era de los estudios”, el oligopolio de las ocho compañías produjo alrededor de las tres cuartas partes del todos los largometrajes que dio la industria y las cinco grandes compañías produjeron la mayoría de las películas de elevado presupuesto. Las pequeñas productoras como Monogram o Republic se limitaban a producir películas menores, westerns baratos o seriales, que proyectaban en pequeños cines de barrio o, en determinadas ocasiones, en salas pertenecientes a las cinco grandes. Por tanto, el oligopolio de sociedades acaparaba el 90% de los ingresos de la taquilla. También las cinco grandes controlaban áreas del proceso de producción como los laboratorios o la edición musical.
No obstante, las grandes compañías no pudieron evitar que diferentes productores, actores y directores independientes, con estudios y financiación propia, intentaran sacar sus películas adelante, aunque sin lograr hacerles verdadera competencia a los grandes estudios. Es el caso del productor y director David O. Selznick, que logró sacar adelante Lo que el viento se llevó a través de su propia productora independiente. Por su parte, United Artists estuvo distribuyendo películas de estos independientes. Incluso dos compañías independientes consiguieron fusionarse con otras importantes productoras, a cuya revitalización contribuyeron. Es el caso de la 20th Century con Fox, en 1935, e Internacional con Universal en 1945.
Durante los años 40, los productores independientes comenzaron a hacerse notar, debido al aumento de público en las salas. Así, importantes estrellas, productores y directores fundaron productoras para realizar unas pocas películas. El rígido sistema de estrellas, con sus contratos de siete años, comenzó a resquebrajarse. Cada vez eran menos los actores que firmaban contratos en exclusiva con algún estudio y, llegados a 1950, casi todas las primeras figuras del cine contaban con su propia productora.
La fundación de los sindicatos en Hollywood en los años de la Depresión y su afianzamiento durante la Segunda Guerra Mundial contribuyó por su parte al surgimiento de productoras independientes. Durante los años cuarenta y bajo el apoyo de los sindicatos muchos se lanzaron a producir películas por su cuenta. En 1945, el Sindicato de Escritores Cinematográficos contaba con 952 miembros activos, de los cuáles sólo 174 tenía contratos con alguna de las ocho compañías del oligopolio.
Como consecuencia, a las grandes compañías les resultaba más difícil tener bajo control a estrellas, directores, productores o guionistas, lo que les indujo a orientar sus esfuerzos más hacia la distribución, especialmente en el extranjero, y a la exhibición. Como reacción a la pérdida de control sobre la producción de películas, las cinco grandes y las tres pequeñas se unieron para proteger sus intereses. El instrumento para recuperar el control sobre la industria fue elaborar un sistema propio de censura que toda película que quisiera ser distribuida tenía que superar. A través de su asociación comercial, la Motion Picture Producers and Distributors of America (MPPDA), que había sido fundada en 1922 como autodefensa contra la censura de los gobiernos estatales, implantaron la autocensura. De esta manera, en 1934 se impuso una normativa de cumplimiento obligatorio, con multas de hasta 25.000 dólares, bajo la que las compañías del oligopolio debían enviar todos los guiones de sus películas para su aprobación. Las películas que no eran aprobadas no podían salir al circuito de exhibición prácticamente, pues estaba controlado por las grandes compañías. Era obvio que las grandes compañías no iban a renunciar fácilmente a un mercado mundial que prácticamente controlaban. No obstante, ya en los años 50 y conforme las cinco grandes fueron perdiendo parte de sus salas de distribución, este sistema se suavizó.
Durante los años 30 y 40, la época dorada de Hollywood, se forjará un sistema de estudios que, gracias al eficaz control global del mercado, constituye el origen de la posterior hegemonía del cine norteamericano. El germen del sistema de estudios puede considerarse en 1908, cuando diez importantes fabricantes de equipos cinematográficos se unieron para formar la Motion Picture Patents Company (MPPC), que se aprovechó de su poder de monopolio para imponer el pago de tarifas a productores y exhibidores. Hasta entonces la industria había sido relativamente flexible, en la que existían multitud de productores y cineastas que competían entre sí. Con el fin de obtener sus propios ingresos adicionales, en 1910 la MPPC compra su propia distribuidora, con lo que conseguía controlar la industria. Pero el monopolio fracasó acusado de violar la legislación monopolística.
En este momento de crisis de la MPPC es cuando comienzan a surgir las grandes empresas cinematográficas. Ya en la primera década del siglo XX se fueron fundando las más importantes empresas de cine estadounidenses como la Universal Pictures, la Fox Film Corporation (después conocida como la 20th Century Fox), la United Artists, la Warner Bros., la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), la Columbia, la Paramount y la RKO, que sufrirán importantes transformaciones en su estructura de gestión al fusionarse con otras empresas dedicadas a la exhibición y a la distribución. La consolidación de estos núcleos empresariales permitió que los años 30 se convirtieran en la época dorada de los grandes estudios.
Durante este periodo, la industria cinematográfica norteamericana dominó el panorama mundial gracias a las grandes cantidades de dinero que eran invertidas en cine. Ocho sociedades fueron las conformadas para canalizar estos beneficios individual y colectivamente. Competían entre ellas para procurarse el mayor número de espectadores posible, constituyéndose en una especie de oligopolio que impidió férreamente la entrada de cualquier competidor que intentará luchar por un pedazo de su mercado. Este oligárquico sistema de estudios aportaría el carácter definitivo del cine hollywoodiense.
El potencial de los estudios de Hollywood radicaba en la integración vertical de todo el proceso de creación de una película. La industria cinematográfica estadounidense logró desarrollar un complicado sistema para controlar la producción, la distribución y la exhibición de las películas, es decir que su trabajo empezaba en la grabación del filme y terminaba cuando éste era mostrado a los espectadores. Era, por tanto, un sistema que garantizaba enormes beneficios para estas pocas sociedades que eran partícipes del negocio.
Aunque el término que se ha popularizado para designar a estas compañías es el de “estudios”, según el autor Douglas Gomery resulta más apropiado denominarlos “sociedades cinematográficas”, pues el papel del estudio dentro de la compañía representaba únicamente una parte de las actividades de la misma.
Paramount Pictures, Loew´s Inc. (sociedad matriz de Metro Goldwyn-Mayer), 20th Centtury-Fox, Warner BROS. Y Radio-Keith-Orpheum (RKO), las denominadas majors, integraban la producción distribución y exhibición de las películas. Eran los estudios más poderosos desde el punto de vista de los recursos tecnológicos y humanos, y el trasvase entre ellos de actores, directores y técnicos fue constante, según intereses afines. Universal y Columbia se concentraron en la producción y la distribución y United Artists, distribuía películas de productores independientes. Eran the little three o los tres estudios pequeños, que en un principio no tenían salas propias, aunque, durante algún tiempo, United Artists y Universal se asociaron con una pequeña cadena de salas. Las cinco grandes compañías totalmente integradas (Paramount, Loew´s, Fox, Warner y RKO) eran cuatro veces más grandes que los tres estudios pequeños.
A parte de los grandes estudios, también hacían películas en los años 30 en Hollywood productoras que podíamos considerar como un poco al margen del sistema de estudios como la Walt Disney, los estudios de Poverty Road (especializados en filmes de serie B), Monogram y Republic. Estas dos últimas poseían redes de distribución a lo largo del país, pero no consiguieron abarcar un sector importante del mercado.
En realidad, la principal fuente de poder de los estudios de Hollywood no se la proporcionaba la gran producción de películas, sino la extensa red de distribución que poseían no sólo a lo largo de Estados Unidos, sino del mundo entero. Estas redes les proporcionaban unas ventajas enormes en cuanto a la posibilidad de abaratar los costes de distribución y exhibición, y de acceder directamente a los beneficios dejados por los espectadores en la taquilla. El grueso de las inversiones se realizaba en el área de exhibición. La producción no suponía más que un 5% de los activos, mientras que la distribución únicamente suponía el 1% de las inversiones. Durante los años 30 y 40 fue el sector de la exhibición de películas el que más dinero acaparó, alrededor del 90%. Lo verdaderamente costoso, y donde radicaba el potencial de competitividad de Hollywood era la financiación de aquellas grandes cadenas de cines. Además, las cinco grandes habían conseguido hacerse con las salas más rentables de todo el país. Entre las cinco poseían tan solo el 16% (unas 2.600) del total de las salas, pero que eran precisamente las que mejores ingresos aportaban.
La posesión de cines era el motor que movía la industria. Cuantas más salas se disponía, más películas era necesario producir. De esta manera se podían llegar a producir desde películas mediocres, cuya única función era rellenar la cartelera, hasta los grandes proyectos soñados por los más prestigiosos cineastas, no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero. Así, la industria hollywoodiense atrajo a profesionales del cine de toda índole, puesto que necesitaban todo el personal posible para producir esa enorme cantidad de películas.
En el caso de Estados Unidos, desde el principio el cine se entendió como un espectáculo dirigido a un extenso sector de población, como una industria que podía aportar grandes beneficios económicos. Por tanto, hacer la película atractiva al público era fundamental. En Estados Unidos interesaba era que la cinta, de factura impecable, contara una historia creíble, atractiva y entretenida para el público. Esto comenzó a interesar a las productoras, que rápidamente se pusieron manos a la obra con sus inversiones.
En los primeros años el centro de producción de películas se instaló en la costa Este, en torno a Nueva York. Pero el clima de aquella zona, lluvioso y con largos inviernos hacía perder muchas horas de rodaje de exteriores, por lo que los cineastas se trasladaron al otro extremo del país, a Hollywood.
La historia de la meca del cine parte de 1903, cuanto una pareja tejana se establecieron en la periferia de los Ángeles, en un terreno plagado de acebos. De ahí vendría el nombre, que significa “bosque de acebos”. Cuatro meses después llegaron los primeros cineastas procedentes de Chicago y en 1906 ya estaban allí los grandes del cine.
Durante las tres primeras décadas del cine, hasta los años 30, se comenzaron a forjar aspectos que configurarían la personalidad del cine Hollywoodiense. El star system o el cine de géneros respondía a lo que el público reclamaba, historias fácilmente reconocibles, atractivas y con el magnetismo que aportaban las glamorosas estrellas cinematográficas. El cine de los estudios tenía en el star system uno de sus pilares fundamentales: era necesario crear estrellas para atraer al público a las salas. Y la creación de estrellas se apoyaba en una importante campaña publicitaria a través de diferentes vehículos de comunicación: revistas, club de fans, etc
Además, en el cine norteamericano de los años treinta se empezaron a forjar diferentes géneros: el musical, el cine negro, el cine de aventuras, el cine de terror, etc. Los géneros constituían entidades perfectamente definidas por la industria y reconocidas por el público masivo. En este sistema ideal cada película era producida según un patrón genérico reconocible, mostraba explícitamente las estructuras básicas comúnmente identificadas con el género. En consonancia con la simplicidad de planteamientos que demandaba el público norteamericano, se pretendía que reconociera cada película como perteneciente a un género determinado y la interpretara adecuadamente.
El final de la década de los veinte está marcado por la revolución que supuso la llegada del cine sonoro. La primera película que se considera sonora es El Cantor de Jazz, de Alan Crossland. Warner Bros. hizo esta película cuando estaba casi en la ruina, en un desesperado intento de salir a flote, y gracias al éxito del filme logró resurgir e impuso el sonido al resto de las productoras.
Aunque en un principio parecía que la incorporación del sonido restaba expresividad a los planos, pronto se supo aprovechar la capacidad comunicativa que aportaban los diálogos. Los espectadores podían entender mejor las historias y muchos intelectuales vieron la posibilidad de escribir guiones interesantes.
A efectos del cine como sistema global, la incorporación del sonido trajo cambios en la industria. Ya no bastaba con ser fotogénico, sino que la voz tenía que cumplir unas expectativas. En el cine norteamericano muchos actores de origen extranjero vieron reducidas sus posibilidades de triunfar en Hollywood, pues su acento no se ajustaba a las exigencias de los personajes, por lo que se vieron relegados a interpretar papeles muy concretos.
Los estudios, que por entonces aglutinaban en sí mismos todas las actividades cinematográficas de forma vertical (producción, distribución y exhibición), se vieron obligados a realizar grandes inversiones para adaptarse a la nueva tecnología del registro del sonido. Las cámaras de cine, para asegurar una buena sintonización entre la banda sonora y la de imagen, pasaron a rodar a 24 fotogramas por segundo, lo cual implicó también la reforma de las salas de exhibición.
La aparición del sonoro también supuso la necesidad de cambiar la estructura financiera de Hollywood. Con la aparición del sonoro el control de la industria se pierde definitivamente para las empresas puramente cinematográficas, y se concentra en manos de la gran banca y de la industria electrónica.
La llegada del sonido también potenció la importancia de los guionistas en la industria del cine, quienes hasta entonces no habían tenido demasiada. Así llegaron a Hollywood muchos periodistas, escritores y dramaturgos (los hermanos Mankiewicz, Charles McArthur, Ben Hecht, etc) de la Costa Este de los EE.UU. y también de Europa, atraídos por la enorme oferta de trabajo que representaba escribir para la industria cinematográfica.
La llegada del sonoro supuso el despegue definitivo de la industria de Hollywood como hegemón mundial en el ámbito de la cinematografía. A partir de este momento se convertiría en la referencia para todos los profesionales del cine. Actores, directores o productores iniciados en sus países de origen respectivos en el mundo del celuloide tendrían como destino la industria de Hollywwod, bien por medrar en sus carreras profesionales, bien porque las circunstancias sociopolíticas de Europa les obligaba a ello (la Segunda Guerra Mundial fue causa de una gran diáspora de personalidades del cine).